La producción de Víctor Hugo Bravo está asociada directamente con la pintura y el objeto, reflexionando a través de imágenes y textos en torno al mundo del poder. Un mundo que se ve ejemplificado constantemente por medio de íconos emblemáticos y figuras heroicas, que marcan la ruptura del acontecer cotidiano y el imaginario de las imposiciones.
En la obra aparece un nuevo orden, una nueva autoridad como si un mandato oculto proclamara la ley del más fuerte: la irrupción del deseo hecha carne y ceniza en el líquido pictórico.